sábado, 22 de agosto de 2009

La porquería de doblaje de Gran Torino


Este tema me toca bastante en lo personal por dos motivos. El primero de ellos es que Clint Eastwood me parece, sin ir más lejos, el mejor director de su época. Sigo sus trabajos desde el principio y los defiendo también desde el principio, no como la mayoría, que tanto lo criticaban mientras hacía espagueti westerns o Harry El Sucio y después no han hecho más que babear alabanzas a partir de Sin perdón. Pero eso será más bien tema para otro artículo.
El otro motivo es que conozco muy de cerca el mundo del doblaje en España. Soy un defensor a ultranza de las películas dobladas, si están bien dobladas, ya que un buen doblaje puede incluso ensalzar la calidad de una película. Aunque esto también puede ser motivo para otro artículo posterior.

Lamentablemente, este no es uno de esos casos en los que el doblaje es para bien. Al contrario; te destroza la película. Los culpables los tenéis aquí. Obviamente se salvan algunos que sí que son profesionales. Pero el resto, como los que doblan a los pandilleros asiáticos y a los sudamericanos, no lo son.

Podemos buscar culpables, empezando por los propios dobladores que, negándose a admitir que desempeñarían mejor cualquier otra profesion (pero no peor), se empeñan en deleitarnos con sus patéticas actuaciones, tanto a nivel técnico (hay frases -takes- cláramente fuera de boca) como interpretativo (no son actores, sino impostores). Pero no hay que olvidar el egocentrismo humano e ingenuamente pretender que alguien, por sí solo, no va a intentar hacer algo que claramente hace mal, si cabe la más mínima posibilidad de que algún otro admire su trabajo. A este tipo de personas les digo: Solo admirará tu trabajo alguien tan ignorante como tú.
Así que, ya que no podemos culpabilizar a los propios dobladores, tendremos que subir un peldaño en la jerarquía y responsabilizar al director. A él le digo: Tío, si tú has permitido esas ridículas y enervantes interpretaciones con esos flagrantes fallos de tempo, tu eres tan profesional como el camarero que te has traído a doblar a tu sala. Si tienes que quedarte hasta las 2:00 am trabajando para que el resultado sea más decente, pues te quedas, que para eso eres el último responsable. Además, tenías que cargarte una de Clint Eastwood... tiene narices.
Por cierto que lo de camarero lo digo como ejemplo de una profesión que no tiene nada que ver con el doblaje. Lo aclaro antes de que algún listillo políticamente correcto se me eche al cuello y le tenga que explicar lo obvio.
En cualquier caso, y para tranquilidad del director de doblaje (es un eufemismo) diré que hay otro responsable de que la película se emita en tan lamentables condiciones: La distribuidora. Esa empresa a la que todo le da igual con tal de que salga barato y para la que el concepto de calidad es una absoluta utopía. En este caso es Warner Bros España (mándales un email a customerservice@wb.com y explícales que te pueden perder como cliente si no cuidan la calidad de sus productos), pero las críticas son extensibles a la mayoría. La distribuidora es la que da dinero al estudio de un amigo para que se encarge de que la película se doble. El estudio llama a un colega que dice que es director de doblaje y que a su vez llama a otros colegas que dicen que son actores de doblaje. Todos mienten. Todos camareros.
Y ahora, lamentándolo mucho, he de decir que aún hay un culpable más en la cadena y se cree el más inocente de todos. Eres tú. Sí, tú, estúpido y ayuno espectador. Tú que, gracias a tu dinero, permites que esto suceda sin montar en cólera. ¿Y sabes por qué?, porque eres un ignorante que no sabe lo que consume. Tu eres culpable de todos los David Bisbales de este planeta. Tú, que con tu falta de criterio das vía libre a las grandes compañías para que te ofrezcan cualquier producto falto de toda calidad porque saben que, como idiota que eres, lo vas a consumir ávidamente.
Lo siento. Sé que es duro escucharlo, pero es la cruda verdad.
Pero tiene solución. Todos somos o hemos sido ignorantes en algo. Se puede cambiar. Se puede hacer un pequeño esfuerzo por informarnos sobre los productos que consumimos, por saber más sobre las cosas que críticamos, por conocer más aquello sobre lo que damos nuestra opinión. La cultura del "todo vale y mi opinión cuenta como la tuya, a pesar de que yo no sé de qué estoy hablando" es uno de los mayores males de nuestro planeta.

Arreglémoslo.

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